Cayetano Martínez de Irujo: "Recuerdo muchas anécdotas de mi madre, pero hay una que nunca he contado"
Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó nació el 17 de octubre de 1878 en el Palacio de Liria en Madrid. Fue el primero de los tres hijos de Carlos María Fitz-James Stuart y Palafox y su esposa María del Rosario Falcó y Osorio, en ese momento duques de Huéscar. Su linaje aunaba numerosos títulos pero, sin duda, el más importante era el que heredaría a la muerte de su padre: el ducado de Alba, uno de los más importantes en la historia de España, junto con el de Medinaceli, remontándose sus orígenes a la Baja Edad Media y siempre ligado al entonces reino de Castilla.
«Es de los personajes menos conocidos de los Alba y, sin embargo, uno de los que posee mayor riqueza en su trayectorias personal y pública dentro de la casa de Alba», explica en una entrevista a OKDIARIO, Cayetano Martínez de Irujo, el quinto de los seis hijos de la fallecida duquesa de Alba. «Yo no lo conocí pero recuerdo cómo mi madre nos hablaba mucho de él siempre», explica. «Tenemos muchísimas anécdotas que nos contaba porque siempre lo admiró muchísimo, quizás por el hecho de haber perdido a su madre de niña y siendo hija única con siete años, lo que le hizo estar muy unida a él».
«Eso sí, a pesar de lo muchísimo que se querían, mi madre siempre recordaba que la educación recibida por mi abuelo había sido muy estricta», reconoce el duque de Arjona. «Es verdad que le daba mucho cariño, que la quería muchísimo, pero del estilo de un señor de la época que era, además de duque de Alba, embajador, ministro, diputado, senador, académico de la Historia, en fin, un personaje muy importante», reconoce orgulloso. Quizás por esa estricta educación, la duquesa fue exactamente igual con sus hijos, especialmente con los cuatro mayores, tal y como siempre ha reconocido el propio Cayetano.
Jacobo James-Stuart, XVII duque de Alba con su hija, Cayetana, futura duquesa de Alba. (Foto: Getty).
Formación, juventud y matrimonio
Como todos los nobles de alto linaje de la época, Jacobo comenzó sus estudios en palacio bajo tutores privados, para después irse a completar su formación en el extranjero. Estudió en Beaumont College en Old Windsor y en el prestigioso Eton College. Volvió a España para obtener la licenciatura en Derecho en la Universidad Central (actual Complutense).
Apasionado de la política, con tal solo 25 años fue elegido diputado a Cortes en 1902, cargo en el que repitió varias veces hasta que en 1916, y en calidad de Grande España, pidió su ingreso en el Senado.
Tenía 42 años cuando contrajo matrimonio. Una edad tardía para la época y su linaje, habida cuenta de la importancia que tiene en las monarquías y nobleza, el hecho de obtener descendencia y evitar así que los títulos pasen a otras ramas de la familia que sí tengan descendencia. La elegida no podía tener mejor pedigrí: María del Rosario de Silva y Gurtubay, X marquesa de San Vicente del Barco por derecho propio y heredera de una gran fortuna, la de la Casa de Híjar y, además, hija única de los duques de Aliaga, título creado por el Rey Fernando el Católico de Aragón en 1487. El hecho de no tener hermanos la hizo depositaria del legado de dos grandes casas que pasaron a ser de la familia Alba por matrimonio: el ducado de Aliaga y el de Híjar y que permanecen en ella. Esto ha sido una constante en la familia Alba si uno se fija en su extensa genealogía; la incorporación de nuevos títulos a la casa por matrimonios.
Jacobo y Rosario se casaron en Londres el 7 de octubre de 1920. Tras la boda volvieron a Madrid, instalándose en el Palacio de Liria donde nació su única hija, Cayetana, la futura duquesa de Alba. La vida de Rosario no pudo ser más triste ya que falleció de tuberculosis con tan solo 33 años dejando una hija siete años huérfana.
Jacobo James-Stuart, XVII duque de Alba, con su esposa Rosario de Silva y Gurtubay.
«Lo que más recordaba mi madre es que mi abuelo la responsabilizó con tan solo 14 años de reconstruir el Palacio de Liria, algo que hizo y a conciencia». Cayetano se refiere al año 1940 cuando España acababa de salir de la Guerra Civil, durante la cual el Palacio de Liria fue prácticamente destruido por los bombardeos. «Un soberbio patrimonio histórico que mi madre se empeñó toda su vida en proteger y que lo logró con creces», recalca con orgullo su hijo. Ciertamente, es un motivo de orgullo que el Palacio de Liria fuese reconstruido y todo su ingente patrimonio, protegido. La alta nobleza tiene una misión moral para con la historia, de proteger el legado ya que forma parte, de manera indiscutible, del patrimonio cultural de un país. Algo que debe ser protegido de forma pública o privada.
Churchill y el duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart.
«Recuerdo muchas anécdotas que mi madre nos relató pero hay una que te voy a contar que nunca la he hecho pública. Me la ha contado muchas veces Luis María Ansón y que siempre me ha impresionado de mi abuelo», explica Cayetano. «Serrano Súñer, siendo el todopoderoso ministro del franquismo, le encargó al periodista Luis Calvo llevar a Londres una documentación, pero lo engañó y le metió en una solapa del abrigo, sin que él se diera cuenta, unos papeles que le hacía quedar a ojos de los ingleses como un espía al servicio de los nazis», explica el conde de Salvatierra. «Un chivatazo llevó al pobre hombre a parar a un calabozo con la consecuencia de que sería ejecutado al día siguiente por traidor al bando de los aliados». Martínez de Irujo hace referencia a un momento delicadísimo en plena II Guerra Mundial, donde España era ‘neutral’ y Reino Unido estaba en el bando llamado de los aliados contra el III Reich de Adolf Hitler. Una época apasionante desde el punto de vista del espionaje en todos los países de fuera y dentro del eje.
No es ningún secreto que Súñer fue siempre reconocido por su germanofilia y filonazismo. De hecho, durante la Segunda Guerra Mundial mantuvo una estrecha relación con la Alemania nazi promoviendo el envío de la División Azul para luchar contra la Unión Soviética, como unidad militar integrada en la Wehrmacht. Y fue él quién promovió el famoso encuentro en Hendaya entre Franco y Hitler. El duque de Alba, convencido monárquico, jamás vio con buenos ojos el franquismo.
Cayetano recuerda que cuando esto pasó y, tal y como se lo ha contado Ansón, «enseguida llegó a oídos de mi abuelo, que era por entonces embajador de España en Londres y que enseguida llamó al primer ministro Churchill, ya que eran grandes amigos». De hecho, continúa, «mi madre me contó haber desayunado con él y con ¡Clark Gable! «Mi abuelo le pidió al premier británico que liberara al periodista y que él mismo respondía por su inocencia», cuenta. El asunto se solucionó, efectivamente, gracias a la mediación de Churchill por petición del duque de Alba, siendo puesto en libertad al día siguiente gracias a un indulto. «Eso sí, el pelo se le volvió totalmente blanco esa noche como siempre me cuenta Luis María».
La importancia histórica de Jacobo Fitz-James Stuart, XVII duque de Alba
Es conocido para la gran mayoría por ser el padre de la entrañable duquesa Cayetana de Alba pero en su vida hizo muchísimas cosas como ser político, ministro, embajador en Reino Unido, diputado en Cortes, miembro de la Asamblea nacional Consultiva, procurador en Cortes y presidente de la Academia de la Historia. Apasionado por la cultura, el arte, la historia y la política, su vida estuvo volcada en varias causas, pero sobre todo destacó su empeño por la defensa del legado histórico que representaba su linaje y en apoyar siempre a la monarquía española.
Retrato del XVII duque de Alba (1918) del pintor Zuloaga
El ducado de Alba de Tormes fue otorgado por el rey Enrique IV de Castilla a García Álvarez de Toledo y Carrillo de Toledo en 1472. Por entonces, la nobleza tenía un gran peso en los desarrollos de la política monárquica. A partir de ahí, y de la mano de su hijo Fadrique, el linaje adquirió un creciente prestigio, especialmente al ingresar en 1520, de la mano de Carlos V, en la Grandeza de España. Por lo tanto, y tal como explica la catedrática de Historia Medieval de la Universidad de Navarra, Julia Pavón, «fueron los vínculos, lealtad y servicios militares a la corona, y no el título de un ducado asociado a una pequeña villa salmantina, los que situaron a este linaje como objeto de predilección y favores regios».
Un día como hoy de hace 146 años nacía para pasar a ser parte de una de las épocas más apasionantes de la historia de España y que, gracias al legado de sus descendientes y el exhaustivo trabajo de los historiadores y, por supuesto, de la Fundación Casa de Alba, hoy conocemos.